
A los médicos se nos infla el pecho al recitar que la medicina es “ciencia y arte”. Le hemos dado durante siglos un estatus especial que merodea la invisible línea del sentir subjetivo, del deseo de una existencia sobrenatural o de la pertenencia a algo divino o, por lo menos, trascendente. A este deseo, le hemos llamado humanizar.
La medicina nació y se ha desarrollado para ponerse al servicio de nuestra propia especie. Como ciencia, estudia los procesos biológicos del ser humano y ha intentado en numerosas ocasiones objetivar nuestra necesidad de trascendencia. Busca explicaciones y soluciones para evitar nuestro propio sufrimiento y la idealizamos como aquella disciplina que algún día nos permitirá vivir por siempre, jóvenes y sin dolor.
Nuestra naturaleza nos dificulta la tarea de ser objetivos y rigurosos en el estudio de nosotros mismos. Es difícil ser condenado y juez al mismo tiempo. La medicina es aquella rama de la ciencia que mimamos, enaltecemos y admiramos, porque queremos que nos dé la razón, que nos dé salud y vida. Pero ni la salud ni la vida son eternas, y la única manera de seguir teniendo el control sobre esta ciencia es rehumanizando la medicina.
Cómo crear un doctor

No es mi intención hacer un listado de los años y sacrificios que cuestan para obtener la licenciatura en medicina. Los que lo hemos vivido lo sabemos de sobra y los que no, seguramente nos han escuchado hablar de ello entre enojos, bostezos, sonrisas y alguna vez lágrimas. Independientemente de los años, de los libros y de los exámenes, me atrevo a decir que lo que nos marca en los años de formación es el terrible miedo a equivocarnos. Lo castigado que es decir “no sé”, la loza que cargas con cada fallo… Nos hacemos adictos a que las cosas salgan bien, a recuperar sonrisas, a dar buenas noticias, a la palmada en la espalda y a la mirada de “sí sabe”. Aprendemos a ver en la enfermedad y la muerte del otro una excepción antes que una regla, y nunca nos damos al tiempo de pensar en la propia mortalidad, y en nuestra fragilidad.
Pacientes vs Médicos

Cuando estudié medicina, los casos clínicos se comentaban entre médicos, en sesiones interesantes, presentando a los pacientes como sujetos de estudio. Al ir acumulando conocimiento, cada vez se pasaba más tiempo hablando de la fisiología y menos tiempo de la persona que sufría tal o cual enfermedad. Los grandes maestros nos seguían recordando que tratamos con personas y de manera ceremoniosa les hablaban después del veredicto final del consejo de expertos, casi siempre con una propuesta de curación o recuperación. Mucha ciencia, pero poco arte.
Esta práctica nos fue alejando de nuestros pacientes, y nos convirtió en técnicos de la salud, administradores de bienestar. A veces heroicos salvavidas que desaparecen tras arreglar un problema, dejando que alguien más se encargue de los desastres generados. Por esta distancia, de pronto nos hemos encontrado sin querer divididos en dos bandos: Pacientes y médicos.
Las consecuencias de nuestra ciencia

La medicina moderna ha logrado verdaderos milagros, hoy se curan muchas enfermedades que antes eran sentencia de muerte y podemos vivir más años y en mejores condiciones que nunca antes. Aún así, con toda la ciencia y a pesar de nuestros más fervientes deseos, hay personas para quien no tenemos todas respuestas, a quienes no sabemos que aconsejar, aquel que evidencía que el futuro puede ser incierto y te hace enfrentarte con un posible “fracaso” en tu misión de curar y salvar vidas, recuerdas que la medicina es mucho ciencia y que, por sí sola, no está al servicio de nadie. Y es entonces cuando un médico (o un doctor, un verdadero doctor) se pone al servicio de su paciente, buscando en la ciencia soluciones a la incertidumbre.
Hoy por hoy la medicina está cambiando. Tendemos a organizar foros y sesiones con pacientes, médicos y científicos. Escuchamos experiencias, opiniones y sugerencias, es a lo que me refiero con “rehumanizando la medicina”.
Los pacientes traen con ellos su dolor, su vida marcada por una enfermedad, ganas de mejorar, pero también muchas malas experiencias: historias de haber sido sujetos de malos tratos, de que se desconoce su enfermedad y por lo tanto se equivocan en las pautas terapéuticas, dificultades sociales para poder trabajar, convivir, disfrutar.
Los médicos llevamos nuestro ánimo de ayudar, nuestras ganas de volver a ganar algo de esperanza y alguna propuesta. Pero los resultados son pocos y no pocas veces nos vamos ofendidos y enfadados después de oír una y otra vez “no saben”, “no entienden”, “deberían de estudiar”, “no les importa”.
Finalmente, pero importantísimo, los investigadores llevan sus conocimientos meticulosamente ordenados, pequeños éxitos que han costado un trabajo inmenso, ideas novedosas y atrevidas siempre con pleno conocimiento de sus limitaciones. Suelen traer también resultados decepcionantes, dificultades para continuar con su trabajo, el desprecio sublimado de la sociedad al pensarlos lejanos y ajenos al mundo real. Son el talento inmenso, que por años había estado esperando en el banquillo
Los pacientes buscan respuestas, proponen soluciones, cuestionan los avances y los fracasos. Los médicos echamos mano del consejo científico, pero pocas veces los incluimos de verdad en nuestro equipo, los vemos como asesores, pero no como jugadores. Aún hoy es común que unos y otros nos vayamos cansados, solos y desmotivados.
Si a todo lo anterior le sumamos el gran impacto -emocional, social y económico- que representa tener una enfermedad poco frecuente, nos encontramos en el punto de partida de la medicina moderna y recordamos los años en los que estudiar, investigar y acompañar a cada paciente de manera personalizada eran los pilares de la profesión.
Rehumanizando la medicina

El reconocimiento de que la medicina no es infalible, la aceptación de la enfermedad y el entendimiento de que la muerte es un proceso biológico y no un fracaso, nos dirigen al camino del acompañamiento. Trabajando en equipo nos permite conocernos, hablar y comprender el día a día de los integrantes del equipo.
Es prioritario que se reconozca a los científicos como piezas insustituibles del avance de nuestra sociedad y que se evidencie el gran mérito de su profesión tanto en los resultados positivos como en los innumerables y necesarios “fracasos” que son parte de su día a día. La aportación de cada uno de ellos nos ha permitido conocer las bases de nuestra biología.
La tecnificación de la medicina ha sido un avance importante y muy beneficioso, pero los médicos debemos recordar que hemos sido educados en un arte que vale la pena preservar ya que ello es lo que hace nuestra ciencia especial…
Si padeces alguna enfermedad y tus médicos no te han podido ayudar, si crees que la ciencia está fracasando y buscas esperanza y acompañamiento, debes de saber que no estás solo. Seguramente hay alguien que está buscando ayudarte, puedes ser la persona que llene de sentido una carrera científica, y puedes formar parte del equipo.
Juntos, rehumanizando la medicina, el viaje será mucho más llevadero.